Ocho apellidos vascos, 800 tópicos
vascos y 1.000 clichés andaluces.
Una película que, según su director,
pretendía satirizar el conflicto vasco-español y romper con los
tópicos norte y sur; no hace más que realzarlos y crear más aún,
estereotipos de españolazos andaluces y vascos arcaicos.
Como film de comedia romántica,
responde al ritmo y a todos sus elementos formales, e incluso tiene
golpes fuertes de humor. Las dramatizaciones son buenas, salvo las
sobre actuaciones de Dani Rovira, compensadas con el salvador del
film: Karra
Elejalde.
Pero como siempre le suele pasar al
cine estatal, su final es espantoso, predecible, e intenta salvarse
con un hecho que pretende ser llamativo y acaba siendo
hiper-surrealista.
En cuanto a hechos surrealistas, la película
no anda corto de ellos. Sobre todo, cuando intenta colar con pinzas
las partes humorísticas en las que Dani Rovira se hace pasar por
vasco-etarra-abertxale, dejando a estos últimos como unos estúpidos
e incrédulos.
En definitiva, es también algo surrealista el éxito que la película ha tenido en el estado español. Hecho que refleja la situación de los ciudadanos que parecen haber canalizado a carcajadas su frustración por la situación de crisis actual aprovechando que ETA ha dejado las armas.
Pero lo que no es surrealista es que a personas sensibles a su tierra, tanto andaluces como vascos, no les haya hecho ni pizca de gracia el metraje del tópico por el tópico.